JOHN KEATS 1795-1821
Poeta inglés, uno los más sugerentes y de mayor talento del siglo XIX y figura carismática del romanticismo. Nació en Londres el 31 de octubre de 1795, hijo del propietario de una caballeriza. Estudió en el centro escolar de Clarke, en Enfield, y a los 15 años fue aprendiz de cirujano. Estudió medicina en hospitales londinenses de 1814 a 1816, año en que se hizo farmacéutico aunque nunca llegaría a ejercer esa profesión al decidir dedicarse a la poesía. Ya había escrito una traducción de la Eneida y de algunos poemas de Virgilio cuando en 1816 publicó sus primeros sonetos, 'Oh, soledad si pudiera morar contigo' y 'Al examinar por primera vez la traducción de Homero hecha por Chapman', inspirado en la lectura de la Iliada y la Odisea traducidas por George Chapman en el siglo XVII. Ambos poemas aparecieron en la revista Examiner, editada por el ensayista y poeta Leigh Hunt, uno de los defensores del romanticismo en la literatura inglesa. Hunt presentó a Keats a un círculo de figuras literarias entre las que se encontraba el poeta Percy Bysshe Shelley, cuya influencia le permitió publicar su primer libro, Poemas de John Keats (1817). Los poemas principales del libro son los sonetos sobre el Homero de Chapman, 'A quien ha estado mucho tiempo en la ciudad de Pent', 'Me puse de puntillas en la cima de una colina' y 'Sueño y poesía', que defendían los principios del romanticismo tal y como los promulgó Hunt, atacando los practicados por Lord Byron. En su segundo libro, Endimión, que se publicó en 1818, adaptó el mito griego de Endimión y la diosa luna, para expresar la búsqueda en el mundo real de un amor ideal visto en los sueños. Dos de las revistas de crítica más importantes del momento, Quaterly Review y Blackwood's Magazine, criticaron el libro y llamaron a los poetas románticos del círculo de Hunt, "Escuela de poesía de Cockney". Blackwood's declaró que Endimión era un poema sin sentido y recomendaba a Keats que dejara la poesía. En 1820 Keats enfermó de tuberculosis, enfermedad que pudo agravarse debido a la tensión emocional que le produjo su relación con Fanny Brawne, una joven de quien se enamoró apasionadamente y con quien se había comprometido en 1819. El periodo comprendido entre 1818 y 1820 fue de una gran creatividad. En julio de 1820 se publicó el tercero y mejor de sus libros de poesía, Lamia, Isabella, la víspera de santa Inés y otros poemas. Los tres poemas del título, espléndidos en su dicción y sus imágenes, abordan temas míticos y legendarios de la época antigua, medieval y renacentista. En el libro también aparece el poema inacabado 'Hiperión', una de sus mejores obras, que comprende la obra maestra lírica 'Al otoño' y tres odas consideradas entre las mejores de la lengua inglesa: 'Oda a una urna griega', 'Oda a la melancolía' y 'Oda a un ruiseñor', en las que se compara la naturaleza eterna y transcendental de los ideales con la fugacidad del mundo físico. En el otoño de 1820, por orden de su médico, se trasladó a Roma en busca de un clima más cálido durante el invierno. Allí murió el 23 de febrero de 1821 y fue enterrado en el cementerio protestante. Después de su muerte se publicaron algunos de sus mejores poemas, entre ellos 'Víspera de san Marcos' (1848) y 'La Belle Dame sans merci' (1888). Sus cartas, consideradas por muchos críticos entre las mejores cartas literarias escritas en inglés, se publicaron en su edición más completa en 1931. En 1960 apareció una última edición. Aunque su carrera fue corta y su producción exigua, los críticos están de acuerdo en que ocupa un lugar perdurable en la historia de la literatura inglesa y mundial. Caracterizada por su acabada construcción, sus descripciones sensuales y la fuerza de su imaginación, su poesía otorga un valor transcendente a la belleza física del mundo.
ODA A UNA URNA GRIEGA
Oh tú, inviolada novia del reposo!
Tú, hija del Silencio y el espacioso Tiempo,
historiadora rústica que sabes expresar
un cuento de un modo más dulce que esta rima.
¿Qué leyenda ornada de hojas te rodea
de dioses o mortales, o se trata de ambos,
en Tempe o los valles de la Arcadia?
¿Qué hombres o dioses esos? ¿Qué reacias doncellas?
¿Qué búsqueda insensata? ¿Qué esfuerzo por huir?
¿Qué caramillos y panderos? ¿Qué éxtasis?
Melodías que han sido escuchadas son dulces,
inauditas son más: sonad pues, caramillos,
pero no en el oído, sino más seductores,
tocad para el espíritu cancionetas sin tono.
Hermosísima joven, nunca cesa tu canto
debajo de esos árboles que no pierden sus hojas;
intrépido amante, nunca logras tu beso
aun estando tan cerca; pero no te lamentes,
ella no ha de esfumarse aunque no halles tu dicha,
¡amarás para siempre y será siempre hermosa!

Felicísimas ramas que ni aun despediros
podéis de vuestras hojas ni de la primavera;
y músico feliz que incansable interpretas
para siempre canciones nuevas ya para siempre;
¡amor más que feliz!, ¡más que feliz amor!,
para siempre cálido y presto a ser disfrutado,
para siempre anhelante y para siempre joven.
Aquí todo respira pasión sobrehumana
que deja el corazón apenado y ahíto,
abrasando la frente y la lengua reseca.

¿Quiénes son los que vienen hacia el sacrificio?
¿A qué verde altar, extraño sacerdote,
guías esa novilla que muge a los cielos
con sus sedosos flancos ornados de guirnaldas?
¿Qué pueblecillo próximo a un río o al mar,
o alzado en la montaña con su alcázar pacífico,
se vacía de gente esta pía mañana?
Pueblecillo, tus calles en silencio
estarán para siempre y ni un alma que diga
por qué estás tan desierto ha de tornar.

¡Oh pieza ática! ¡Qué bellamente
dispones sobre el mármol excelentes varones
y labradas doncellas junto a hierbas y ramas!
Tú excedes, callada forma, al pensamiento
como la eternidad. ¡Oh fría Égloga!
Cuando la edad consuma esta generación
continuarás en medio de otro dolor que el nuestro
como amiga del hombre al que dices:
"la belleza es verdad, la verdad es belleza;
esto es cuanto sabes y saber necesitas".