LÊDO IVO 
 


Nació en 1924 en Maceió, capital del estado de Alagoas, en el noreste de Brasil.
Su primer libro se publicó en 1944, una colección de poemas titulada As imaginações. El siguiente año publicó Oda e elegia, que fue galardonado con el Premio Olavo Bilac de la Academia Brasileña de Letras .En 1947 aparece su primera novela, As alianças, que tuvo varias ediciones y le valió el premio de novela Fundación Graça Aranha. Continuó con O caminho sem aventura (1948), O sobrinho do general (1964) y Ninho de cobras (1973), uno de sus mayores éxitos, alegoría del totalitarismo de la dictadura militar de Getúlio Vargas. Su última novela fue A morte do Brasil (1984).
En 1949 pronunció en el Museo de Arte Moderno de São Paulo una conferencia titulada La Generación de 1945. Ese mismo año recibió el título de abogado, profesión que nunca ejercería, prefiriendo dedicarse al periodismo. En 1953 visitó varios países europeos durante largas temporadas. En 1963 realizó una estancia de dos meses por universidades de los EEUU, por invitación expresa del Gobierno. En 1986 fue elegido miembro de la Academia Brasileña de Letras.
Ledo Ivo también fue traductor. Tradujo al portugués a autores como Albrecht Goes, Jane Austen, Maupassant, Rimbaud o Dostoyevski.
Publicó dos libros de memorias, Confissões de um Poeta (1979), galardonada con el premio de la Fundación Cultural del Distrito Federal, y O Aluno Relapso (1991).
 
LA VERDAD SOBRE HOMERO
 
No es cierto que Homero haya existido y escrito la Ilíada y la Odisea. 
Hubo en Grecia numerosos Homeros 
y muchos de ellos se aventuraron en el mar, sufrieron naufragios, conocieron la experiencia del exilio y combatieron en la guerra de Troya. 

Otros bebieron vino en las mesas de piedra y bailaron en las playas, soñaron y olvidaron sus sueños, escucharon en verano el zumbido de las cigarras posadas en los pinos, asistieron al romper de la aurora, interrogaron a las estrellas y acabaron por morir. 

Hubo incluso varios Homeros que oyeron el canto de las sirenas que emergían de las olas, 
y algunos se masturbaron al ver cuerpos tan bellos. 
Y hubo aún aquel Homero que dijo haber visto cómo el marinero Elpenor caía del techo del palacio de Circe, 
pero éste es quizás el más mentiroso de todos, pues en aquel momento Elpenor no estaba en el Palacio. 

De modo que ninguno de estos poetas fue el verdadero Homero, 
que es una invención de los profesores de Literatura 
y de los libreros ávidos que reunieron los cantos de sus Homeros parciales y sucesivos 
y a los que atribuyeron una única autoría. 
De hecho, si ese Homero único y verdadero hubiera existido, 
no hubiera sido ciego, pues la poesía es el arte de ver. 

Y ¿por qué hablar de verdad a propósito de Homero 
si la poesía no existe, es una invención perversa de los filósofos? 

Aunque tenemos que agradecer a los dioses griegos la creación de la mitología 
que, compuesta de historias estrafalarias, de castigos y metamorfosis, 
encanta sobre todo a los niños, a los onanistas y a los ancianos jubilados 
que toman baños de sol y se rascan en los bancos de los parques de Nueva York. 

Iguales a Homero, los dioses son fruto de la mentira que asola el mundo 
desde que Ulises partió en un barco mar adentro 
y dejó a la fiel Penélope entregada a la saña erótica de sus pretendientes. 
En todos estos mitos y leyendas sólo un episodio, por su evidencia incontestable, merece crédito. 
Trata de Argos, el perro de Ulises, que fue el primero en reconocerlo 
a su regreso a Ítaca. 
Ese perro realmente existió. Y eso es tan verdad 
que sus ladridos aún hoy resuenan en nuestros oídos.