JOSÉ LUÍS HIDALGO


Poeta nacido en Torres (Cantabria) en 1919, es uno de los mejores representantes de la poesía existencial española de posguerra y precursor de la denominada Quinta del 42 santanderina en la que destacarían poetas como Julio Maruri, Enrique Sordo, Carlos Salomón o José Hierro y que lanzaría la revista Proel Conocido, sobre todo, por la publicación póstuma de Los muertos (1947), donde reflexiona sobre Dios, el Tiempo y el fin de la existencia humana en lucha agónica por la inmortalidad, Hidalgo destacó también por el vitalismo de Raíz (1944) y Los animales (1945); características de sensorialidad metafísica que subyacen ya en sus obras iniciales: Pseudopoesías (1936), Las luces asesinadas y otros poemas (1938) o Mensaje hasta el aire (1938), libros marcados por el juego metafórico del creacionismo y los posos existenciales del surrealismo. Otra de sus manifestaciones fue la pintura, como artista y cartelista participó en la Olimpiada Popular de Barcelona en 1936, época en que conoce a José Hierro, y curso estudios de Dibujo y pintura en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos en Valencia, donde entabló amistad con el grupo de poetas que crearon la revista Corcel en noviembre de 1942. A caballo entre Santander, Madrid y Valencia, sus últimos años transcurren frenéticos en actividades poéticas y artísticas, publicaciones en revistas, exposiciones en el Ateneo santanderino, diseños y proyectos pictóricos, apasionadas aspiraciones que se verán truncadas por una neumonía caseosa que le llevó a la muerte el 3 de febrero de 1947.

 NO

La noche te derriba para que yo te busque
como un loco en la sombra, en el sueño, en la muerte.
Arde mi corazón como pájaro solo.
Tu ausencia me destruye, la vida se ha cerrado.
Qué soledad, qué oscuro, qué luna seca arriba,
qué lejanos viajeros por ignorados cuerpos
preguntan por tu sangre, tus besos, tu latido,
tu inesperada ausencia en la noche creciente.
No te aprietan mis manos y mis ojos te ignoran.
Mis palabras buscándote, en pie, inútilmente.
La quieta noche en mí, horizontal y larga,
tendida como un río con las riberas solas.
Pero voy en tu busca, te arranco, te descuajo
de la sombra, del sueño; te clavo en mi recuerdo.
El silencio edifica tu verdad inexpresable.
El mundo se ha cerrado. Conmigo permaneces.